Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2009

Concentración de Contrastes

En Guatemala hay campos de concentración. Daniel Álvarez y Ana Martínez viven en uno. Si alguien desea visitarlos, no necesita más que una dirección y el impulso de ir. Del sitio nadie guarda la entrada ni la anuncia. Súbitamente, el visitante se encontrará inmerso en esos terrenos donde muchos otros, quizá todos lo suficientemente desensibilizados, son capaces de transitar para contemplar impasibles –si la curiosidad les hace levantar los ojos más allá de la ventana– esos seres, ahora espectrales, que en otro tiempo fueran gallardos y espléndidos, incluso envidiados a nivel mundial por su finísimo porte, y que ahora no son más que vestigios mutilados, tatuados con frases de odio de terceros a terceros. Quienes conforman este escenario semejan fantasmas, junto a los cuales otros huéspedes se acostumbran a vivir. Daniel y Ana viven el Centro Histórico de Guatemala, un conjunto arquitectónico invaluable que ha sido concentrado en el olvido y, consecuentemente, el abandono. En otra época,

Había una vez un escritor guatemalteco...

Había una vez un escritor guatemalteco… …y que quería publicar, porque le parecía que sólo así sería realmente un escritor. Como muchos otros escritores alrededor del mundo, estaba convencido de que publicar era un paso más en el proceso de escribir un libro. Un paso necesario y totalmente indispensable que asume el papel de corona y cetro en una obra de gran porvenir. Sin publicar, el proceso estaba incompleto y fallido. Y bueno, si consideramos que vivimos ahora, según palabras de Philippe Hunziker, director comercial de la popular librería Sophos, en una época donde la literatura ha entrado en boga; “una nueva moda mundial; una moda afortunada”, no hay nada de reprochable en la obsesión del escritor por publicar. Día a día, oímos acerca de personas que se han lanzado a escribir y que, por este medio, han sido catapultados al éxito. ¡Best-sellers! ¡Traducidos a 30 idiomas! ¡Giras por todo el mundo! ¡Regalías millonarias! ¡Dueños de fundaciones! ¡Contratos con Hollywood! Sea o no sea

¡Libros, livres, books, biblios, livros, bücher... !

Montag es bombero y es del "futuro". Su profesión es quemar libros. ¿Por qué? Si le preguntaras a los conciudadanos de Montag, o al mismo Montag, te darían, sin lugar a dudas, una de dos respuestas: uno, porque ya todo es "a prueba de fuego", así que no tiene sentido que los bomberos se la pasen apagando incendios inexistentes; segundo, porque los libros son ilegales. La razón es que hay algo de subversivo en ellos, algo peligroso y discriminatorio que tiene que ver con el intimidante conocimiento de los que leen y la culposa ignorancia de los que no. Mejor todos iguales y que nadie lea. Así que, por eso, Montag quema libros. Quema los pocos libros que quedan en el mundo, libros ocultos por "rebeldes intelectuales" (soberbios presuntuosos que no aceptan ser felices, como todos; porque en el futuro, libres de los libros, vamos a ser felices). Localizan casas que denuncian soplones conscientes, arrestan a los delincuentes y queman los libros. Una noche, sin

"Cumbres Borrascosas" y la cuestión del "estilo"

Cuando abrimos este clásico de la literatura inglesa, y nuestros ojos se encuentran con las primeras líneas de la novela, nos topamos con una escena sólo en apariencia muy poco impactante: el joven Lockwood, ingenuamente, hace una visita al señor Heathcliff , dueño de las propiedades “Wuthering Heigths” (Cumbres Borrascosas) y “Thrushcross Grange”, con la intención de ser el próximo inquilino de la última. Por una serie de circunstancias, Lockwood se verá obligado a pasar la noche en el lúgubre y demencial ambiente de “Wuthering Heights”. Dentro de la frialdad de su habitación, encontrará retazos del testimonio perturbador de Catherine Earnshaw acerca de una infancia marcada por el odio entre Hinley –hermano de ella– y un tal “H.”. ¿Heathcliff? La impresión de Lockwood sobre tales sucesos le sumerge en una tensión febril en la que se verá, incluso, atormentado por el espectro de una mujer joven, demacrada, que gime por entrar a través de la ventana. El señor Heathcliff, altanero y sar