–¡De verdad! ¡Apenas si puedo recordar la última vez que estuve en un sitio como éste! –admiró ella ante el torbellino de luminosos colores que se reflejaban en sus ojos marrones.
El aire estaba repleto del dulce olor de los algodones de azúcar color rosa, extravagantes acorde a la ley de aquel país errante. Sobre el cielo cruzaban largas líneas de luciérnagas eléctricas, formando arcos y delineando los bordes de los anchísimos vestidos del mundo místico y secreto al que estaban a punto de adentrarse. No faltaban para nada uno o varios vendedores, quienes no escatimaban esfuerzos en pregonar los sombreritos, las varitas de luz, los peluches, los inflabes, bombones, caramelos, palomitas, plataninas, aguas en lata, y toda otra clase de productos folclóricos, por decirlo así, de una feria común. Pues aquello no podía ser realmente otra cosa sino una feria.
Una vez dentro, el grupo se acomodó sobre el graderío de madera que rodeaba la arena cuasi-circular –a un costado se encontraba, naturalmente, un corte en el toldo a través del cual haría su aparición el prometido desfile de excentricidades. El palco pronto estuvo repleto y los gritos lo atravesaban de costilla a costilla con una eufórica excitación. Ellos charlaban sobre sus proyectos más recientes; opinaban tanto de los hechos más notables del acontecer mundial como de las más irrelevantes peculiaridades del mismo planeta. ¡Sería increíble pertenecer a un circo y viajar a lo ancho y largo del mundo, a las grandes ciudades, a las grandes culturas! ¡Y qué fotografías podrían tomarse en la travesía de los campos abiertos: las arrugadas montañas, las deslumbrantes planicies…! Pero era horrible cómo se trataba a veces a las talentosas criaturas que, por no ser humanos, eran maltratados, ¡explotados por amor al dinero per se…! Cierto. Aún así, la idea de atravesar el planeta y documentar las impresiones… ¡en fabulosas crónicas!... no dejaba de ser buena. ¡En bicicleta! Y ella reía. ¡Claro, en bicicleta! ¡Sería increíble!
¡Lástima que no había podido ir! Sus padres no iban a prestarle el auto de noche; ¡e ir a dejarla hasta aquel lejano país marciano…! ¡Un viernes! ¡Fin de mes! ¡Tras un día borrascoso! Y se necesitaban, además, 100 piezas de entrada, lo cual resultaba un grave inconveniente cuando se contaba con un capital de un mísero cuarto. ¡Y ver que desperdiciar una invitación tan oportuna…! ¡Y al circo…! Aunque debía estudiar también… El examen era al día siguiente y no había estudiado nada; tendría que madrugar, además, y seguramente habría regresado muy tarde...
Mais le cirque…! Quelle situation peut être meilleure ? Il l’invite et ça la dit ! Trop de time pour parler! Pour elle à chercher qu’est-ce… ? Quelle chose, en premier fois?!
Hicieron, entonces, su aparición los payasos, abriendo la función de un modo enigmático. Se retorcían y contorsionaban y danzaban con cierto garbo torpe. ¿Sabe? Siempre me ha parecido que los payasos son, más bien, figuras tristes… Ella suspiró; a ella también. En escena, el payaso era admirado por su gracia. Tras bastidores, burlado en su ridiculez. En soledad, se lamentaba… En soledad siempre se lamentaba… “¡Y qué patética muerte, lamentan!”. Sacudió la cabeza para olvidar esa melancólica rima de tiempos de antaño –¡tiempos de antaño, decía!– y se volvió un instante hacia él. ¡Qué diferencia! En la protohistoria había encontrado poesía en aquellos ojos de nuez, en aquellas risitas discretas y en aquellas miradas fijas, ¡tan tímidas! De la misma forma le sonrió en cuanto él volvió la mirada hacia ella, percatándose de ser observado, sonrisa que correspondió con el mismo mutismo impenetrable antes de lanzarse ambas miradas a una arena surcada de reflectores que anunciaban, de modo impactante, el verdadero inicio del espectáculo.
–Es difícil encontrar a alguien con quién estar… –comentó ella eventualmente, luego de que una cosa hubiese llevado a otra.
–¡Es cierto! Póngase… –una historia complicada, ciertamente. Ella había escuchado el relato de modo íntegro, indignándose de ser preciso, comprendiendo en los momentos más críticos; pero siempre recordando, ¡había tanto en su memoria! ¡Qué confusión!
No había sido, tampoco, un relato demasiado extenso. Los hombres tienen esa particularidad –don o inquietante cualidad, según aquel que le escucha– de encontrar siempre palabras cortas para decir lo que quieren. Quizá por eso no son tan claros en su directa conversación. No ven que, a veces, hacen falta –¡no uno!–, ¡muchos granos!
–Bueno… ¿y cuál es su historia? –preguntó luego, naturalmente.
–Mi historia es la de Donovan ante el Santo Grial –agregó ella, tras dar su primera respuesta con un suspiro–. ¿Recuerdas? ¿Indiana Jones y la Última Cruzada? ¡La última prueba! ¡La salvación residía ante los ojos del ambicioso alemán! ¡Pero tenía qué elegir, le había dicho el viejo cruzado! Refréscate, alivia tu sed con el agua de la fuente; cógela con el grial y bebe. ¡Pero había más de un grial! Elige mal y te condenarás. ¡Pobre Donovan! ¡Se perdió! ¡Dejó que un traidor escogiese por él! Y luego, lo inevitable… He chose poorly!
El mago estaba en escena, sumergido en una oportuna y mística penumbra que concentraba toda mirada justo donde deseaba su capricho… ¡El gran truco! Voilá! ¡Corta mujeres a la mitad; haz desaparecer lo que sea; multiplica dinero; transforma a la bella dama en un tigre feroz; levita; vuela; deslumbra; haz lo imposible! No importa más… Es un truco, ¿no?
Es un truco nada más. ¡Pobre chiquilla campesina que perdió la razón por una silueta oscura! ¡Aquello estaba destinado a fracasar! ¿Cómo conocer a quien es misterio por esencia? Aún así, tratándose de un ser viviente, ¡algo ha de haber en el fondo! Una vil mentira o un pasado sincero, has sido estúpido igual. Miedo, inquietud, alegría, amor, confusión, angustia, locura, dolor, amargura, melancolía, humillación; y luego nostalgia y luego consuelo, y finalmente más humillación; soledad, absurdo… y desgraciadamente un deseo de odiar… ¡no! ¡No…!
–Así pues… Con un alma así… Estoy desterrada –concluyó ella tras una aguda reflexión–. Temo que pueda pertenecer al círculo vicioso de los corazones rotos.
››Elegí, y elegí mal, y por eso no pude ir esta noche; porque por más que lo odie, no me arrepiento. Porque elegí mal y lo haría de nuevo... creo.
››¡Además, tengo que estudiar!
-----
Imagen: Melancholy by Elevit
Comentarios