Había una vez un escritor guatemalteco…
…y que quería publicar, porque le parecía que sólo así sería realmente un escritor. Como muchos otros escritores alrededor del mundo, estaba convencido de que publicar era un paso más en el proceso de escribir un libro. Un paso necesario y totalmente indispensable que asume el papel de corona y cetro en una obra de gran porvenir. Sin publicar, el proceso estaba incompleto y fallido.
Y bueno, si consideramos que vivimos ahora, según palabras de Philippe Hunziker, director comercial de la popular librería Sophos, en una época donde la literatura ha entrado en boga; “una nueva moda mundial; una moda afortunada”, no hay nada de reprochable en la obsesión del escritor por publicar. Día a día, oímos acerca de personas que se han lanzado a escribir y que, por este medio, han sido catapultados al éxito. ¡Best-sellers! ¡Traducidos a 30 idiomas! ¡Giras por todo el mundo! ¡Regalías millonarias! ¡Dueños de fundaciones! ¡Contratos con Hollywood!
Sea o no sea de su gusto particular, no es nada despreciable que alguien como la inglesa J.K. Rowling, desempleada y divorciada, rechazada por 11 editoriales, haya escrito una saga de ficción fantástica –Harry Potter– y se haya convertido en la segunda persona más rica de Inglaterra, 17 puestos por encima de la mismísima reina. Paulo Coelho, antes hippie y bohemio subversivo, ahora es miembro de la Academia Brasileña de Letras y Mensajero de la Paz de la ONU; ¡y qué decir de Stephenie Meyer!, autora de la exitosa saga de novelas vampirescas, Crepúsculo, que pasó de ama de casa mormona a millonaria en tan sólo 5 años, siendo considerada ya como la “nueva J.K. Rowling”.
Por supuesto, hay muchos que cuestionan si esto es propiamente literatura, y en Guatemala la mera “natilla intelectual” no deja de tachar estos fenómenos, más que como literarios, como “comerciales”. Sea cual sea la opinión, lo cierto es que estas personas han entrado en el flamante negocio de la industria editorial, han escrito, fuera de las altas urbes de la intelectualidad, novelas que han despertado vivas emociones y, por este medio, ahora son ricos y exitosos. Y bueno, en el actual contexto de la industria editorial a nivel global, “éxito comercial” y “éxito literario” son prácticamente sinónimos.
¿Pero es el mercado editorial de Guatemala muy distinto a éste? ¿Y cuáles son las aspiraciones y objetivos de los nuevos escritores? ¿Realmente es así de grande ese mercado en nuestro país?
…y que quería publicar, porque le parecía que sólo así sería realmente un escritor. Como muchos otros escritores alrededor del mundo, estaba convencido de que publicar era un paso más en el proceso de escribir un libro. Un paso necesario y totalmente indispensable que asume el papel de corona y cetro en una obra de gran porvenir. Sin publicar, el proceso estaba incompleto y fallido.
Y bueno, si consideramos que vivimos ahora, según palabras de Philippe Hunziker, director comercial de la popular librería Sophos, en una época donde la literatura ha entrado en boga; “una nueva moda mundial; una moda afortunada”, no hay nada de reprochable en la obsesión del escritor por publicar. Día a día, oímos acerca de personas que se han lanzado a escribir y que, por este medio, han sido catapultados al éxito. ¡Best-sellers! ¡Traducidos a 30 idiomas! ¡Giras por todo el mundo! ¡Regalías millonarias! ¡Dueños de fundaciones! ¡Contratos con Hollywood!
Sea o no sea de su gusto particular, no es nada despreciable que alguien como la inglesa J.K. Rowling, desempleada y divorciada, rechazada por 11 editoriales, haya escrito una saga de ficción fantástica –Harry Potter– y se haya convertido en la segunda persona más rica de Inglaterra, 17 puestos por encima de la mismísima reina. Paulo Coelho, antes hippie y bohemio subversivo, ahora es miembro de la Academia Brasileña de Letras y Mensajero de la Paz de la ONU; ¡y qué decir de Stephenie Meyer!, autora de la exitosa saga de novelas vampirescas, Crepúsculo, que pasó de ama de casa mormona a millonaria en tan sólo 5 años, siendo considerada ya como la “nueva J.K. Rowling”.
Por supuesto, hay muchos que cuestionan si esto es propiamente literatura, y en Guatemala la mera “natilla intelectual” no deja de tachar estos fenómenos, más que como literarios, como “comerciales”. Sea cual sea la opinión, lo cierto es que estas personas han entrado en el flamante negocio de la industria editorial, han escrito, fuera de las altas urbes de la intelectualidad, novelas que han despertado vivas emociones y, por este medio, ahora son ricos y exitosos. Y bueno, en el actual contexto de la industria editorial a nivel global, “éxito comercial” y “éxito literario” son prácticamente sinónimos.
¿Pero es el mercado editorial de Guatemala muy distinto a éste? ¿Y cuáles son las aspiraciones y objetivos de los nuevos escritores? ¿Realmente es así de grande ese mercado en nuestro país?
Anneliese Thomae tenía 13 años cuando se le metió en la cabeza la idea de escribir un libro; una novela de misterio, para ser más precisa. Me pidió una opinión y yo, contenta con aquella nueva afición literaria, acepté y esperé a recibir las primeras líneas de mi joven amiga, ahora escritora. ¡Pero vaya sorpresa! ¡El documento que recibí tenía 93 páginas!
Aquel nuevo hobby, adoptado de modo tan intenso, podría haberme desconcertado al principio pero luego, considerando las razones de su súbita afición a la literatura, creo que ella realmente descubrió la magia de escribir: “Cuando empezó a gustarme la lectura, la mayoría de los libros me decepcionaban al final, así que me decidí a escribir mis propios libros, con los finales que a mí más me gustaran. Y es que, cuando uno escribe, aparece un mundo de la nada, y uno es el dios de su libro”, comenta.
Anneliese aspira a ser escritora “a tiempo completo”. A ser conocida en otros países y traducida a muchos idiomas distintos; a que se haga películas y videojuegos de sus libros. Eventualmente, hasta ganar un Nobel “porque eso no se olvida. Pondría en alto mi patria. Mi nombre sonaría un tiempo después de muerta”, enfatiza con una sonrisa.
Claro, es ésa la utopía de los muchos autores novel que día a día, se asoman a las miles de casas editoriales en el mundo con la certeza de tener en sus manos la novela del siglo. Hay pues, a primera vista, una doble ingenuidad en la declaración de Thomae: que un autor lo suficientemente comercial como para transformar su obra “en un videojuego” pueda ganar un Nobel, y que es relativamente sencillo lograr ser “escritor a tiempo completo” en Guatemala, y lograr la fama.
Juan Carlos Lemus, escritor y periodista guatemalteco, señala dos grandes obstáculos en la entrada de un escritor novel a la oferta del mercado editorial. Primero, el hecho de que se trate de un desconocido; “creo que algunos editores ni siquiera se toman la tarea de leer la obra del novel que propone, sino que prefieren dedicarle el tiempo a quienes les dejarán algún dinero”, comenta. El segundo es que los noveles no saben proponer su obra, pues muchos creen que ya abordaron la fama mucho antes de alcanzarla, y creen que las casas editoras deberían “suplicarles que participen en su empresa”. Y bueno, a criterio de este escritor, “ambos aspectos, sumados, dan como resultado un horrendo monstruo llamado ‘oportunismo’, de quienes no escriben bien pero tienen contactos.”
Más por curiosidad que para corroborar la certeza de la declaración de Lemus –de la cual no me quedaban muchas dudas, realmente–, decidí recorrer algunas editoriales prestigiosas a nivel local. Mi primer acercamiento fue a F&G Editores, fundada en 1993 y actualmente una de las más importantes editoriales independientes del medio. Además de poseer una calidad de impresión y diseño para nada desdeñable y una página web bastante completa, cuentan con una rama menor, F&G Libros de Guatemala, que se encarga de la distribución de títulos nacionales y regionales –inclusive publicados en otras editoriales–, a nivel internacional.
El editor de esta casa, Raúl Figueroa fue quien me recibió en la sede de la casa editorial (una casa de aspecto abandonado en medio de un folclórico vecindario urbano: ¡primer bandazo!) En cuanto quitó cerrojo a las dos puertas que precedían la entrada, me hizo pasar finalmente a la improvisada recepción, donde en un segundo llegó a mi nariz el peculiar olor a papel guardado con que se arropan las bibliotecas más viejas. Por donde se viera, había libros apiñados; algunos exhibidos en una repisa raquítica junto al escritorio que se perdía entre el desorden; otros envueltos en papel kraft, listos para ser distribuidos; otros empacados ya en maletas de viaje, listos para salir del país –y con suerte, para nunca regresar.
Cuando finalmente nos sentamos a hablar, su expresión era grave. Me contó que tenía problemas con editorial Piedra Santa, la cual quería “robarle” clientes. Y que, además, tenía una demanda por una riña con un fotógrafo, que insistía en que no le habían pedido permiso para usar una fotografía suya en una cubierta. “Él vino a dejarnos varias fotografías personalmente, y nos permitió usarlas pero no firmamos nada. Y ahora estoy bajo arresto domiciliario”, me contó con pesar.
“Pero, ¿es realmente tan complicado el mercado editorial en Guatemala?”. Figueroa sonrió: “La industria editorial siempre ha sido difícil. En primer lugar, lo que se escribe supera por mucho la capacidad de publicar que tienen las editoriales. En segundo lugar, la calidad es un tema muy subjetivo y muchas veces las editoriales también se equivocan”.
Y en F&G Editores, ¿existe alguna temática preferencial en su línea editorial?
Publicamos, prácticamente, en tres grandes líneas: leyes, literatura y ciencias sociales, de las cuales la narrativa ocupa un 50% de nuestra oferta editorial. Y bueno, publicamos poesía pero no es muy rentable.
Supongamos que un escritor novel desea publicar con ustedes. ¿Cómo los contacta? ¿Reciben muchos manuscritos?
Recibimos muchísimos manuscritos: los vienen a dejar, los mandan por el correo electrónico. Fácil, llegan dos a la semana, que en un año son más de cien y todos los tendría que leer yo, que soy el único encargado de la edición. Como no puedo leerlos todos, la prioridad es para autores que ya han publicado con nosotros, seguido por los autores que han publicado con otras editoriales. Y bien, para los novel, me guío por la primera página. Si la primera no me atrapa, es probable que no siga leyendo. Es duro, pero para un escritor novel es difícil publicar en cualquier parte del mundo.
Sé que la fundación Soros ha creado un fondo editorial y que precisamente ésta es una de las beneficiadas. ¿Cómo funciona esta ayuda?
El fondo editorial de Soros ya existía. La variante es que ahora da su apoyo financiero, no a los autores directamente, sino a través de las editoriales, que a mí me parece muchísimo mejor y más profesional. Eso sí, Soros no nos da una cantidad fija. Somos nosotros quienes proponemos las obras, si vemos que éstas se ajustan a los criterios de la fundación, que son muy amplios y básicamente buscan calidad.
Un asunto muy relevante respecto a la industria editorial en Guatemala, y del que Figueroa está muy consciente, es de la autopublicación. Según el editor, “el 50% de lo que se publica es auto”. “¿Y eso no viene a poner en peligro la calidad de la oferta editorial del país?”, le pregunto luego. No. Figueroa no lo cree. Repite que las editoriales también se equivocan y resalta que escritores importantes empezaron con una autopublicación. Como Miguel Ángel Asturias, por ejemplo. Así pues, no importa cómo se publique una obra; si es buena, trascenderá; “los libros malos mueren a los 6 meses”.
Aquel nuevo hobby, adoptado de modo tan intenso, podría haberme desconcertado al principio pero luego, considerando las razones de su súbita afición a la literatura, creo que ella realmente descubrió la magia de escribir: “Cuando empezó a gustarme la lectura, la mayoría de los libros me decepcionaban al final, así que me decidí a escribir mis propios libros, con los finales que a mí más me gustaran. Y es que, cuando uno escribe, aparece un mundo de la nada, y uno es el dios de su libro”, comenta.
Anneliese aspira a ser escritora “a tiempo completo”. A ser conocida en otros países y traducida a muchos idiomas distintos; a que se haga películas y videojuegos de sus libros. Eventualmente, hasta ganar un Nobel “porque eso no se olvida. Pondría en alto mi patria. Mi nombre sonaría un tiempo después de muerta”, enfatiza con una sonrisa.
Claro, es ésa la utopía de los muchos autores novel que día a día, se asoman a las miles de casas editoriales en el mundo con la certeza de tener en sus manos la novela del siglo. Hay pues, a primera vista, una doble ingenuidad en la declaración de Thomae: que un autor lo suficientemente comercial como para transformar su obra “en un videojuego” pueda ganar un Nobel, y que es relativamente sencillo lograr ser “escritor a tiempo completo” en Guatemala, y lograr la fama.
Juan Carlos Lemus, escritor y periodista guatemalteco, señala dos grandes obstáculos en la entrada de un escritor novel a la oferta del mercado editorial. Primero, el hecho de que se trate de un desconocido; “creo que algunos editores ni siquiera se toman la tarea de leer la obra del novel que propone, sino que prefieren dedicarle el tiempo a quienes les dejarán algún dinero”, comenta. El segundo es que los noveles no saben proponer su obra, pues muchos creen que ya abordaron la fama mucho antes de alcanzarla, y creen que las casas editoras deberían “suplicarles que participen en su empresa”. Y bueno, a criterio de este escritor, “ambos aspectos, sumados, dan como resultado un horrendo monstruo llamado ‘oportunismo’, de quienes no escriben bien pero tienen contactos.”
Más por curiosidad que para corroborar la certeza de la declaración de Lemus –de la cual no me quedaban muchas dudas, realmente–, decidí recorrer algunas editoriales prestigiosas a nivel local. Mi primer acercamiento fue a F&G Editores, fundada en 1993 y actualmente una de las más importantes editoriales independientes del medio. Además de poseer una calidad de impresión y diseño para nada desdeñable y una página web bastante completa, cuentan con una rama menor, F&G Libros de Guatemala, que se encarga de la distribución de títulos nacionales y regionales –inclusive publicados en otras editoriales–, a nivel internacional.
El editor de esta casa, Raúl Figueroa fue quien me recibió en la sede de la casa editorial (una casa de aspecto abandonado en medio de un folclórico vecindario urbano: ¡primer bandazo!) En cuanto quitó cerrojo a las dos puertas que precedían la entrada, me hizo pasar finalmente a la improvisada recepción, donde en un segundo llegó a mi nariz el peculiar olor a papel guardado con que se arropan las bibliotecas más viejas. Por donde se viera, había libros apiñados; algunos exhibidos en una repisa raquítica junto al escritorio que se perdía entre el desorden; otros envueltos en papel kraft, listos para ser distribuidos; otros empacados ya en maletas de viaje, listos para salir del país –y con suerte, para nunca regresar.
Cuando finalmente nos sentamos a hablar, su expresión era grave. Me contó que tenía problemas con editorial Piedra Santa, la cual quería “robarle” clientes. Y que, además, tenía una demanda por una riña con un fotógrafo, que insistía en que no le habían pedido permiso para usar una fotografía suya en una cubierta. “Él vino a dejarnos varias fotografías personalmente, y nos permitió usarlas pero no firmamos nada. Y ahora estoy bajo arresto domiciliario”, me contó con pesar.
“Pero, ¿es realmente tan complicado el mercado editorial en Guatemala?”. Figueroa sonrió: “La industria editorial siempre ha sido difícil. En primer lugar, lo que se escribe supera por mucho la capacidad de publicar que tienen las editoriales. En segundo lugar, la calidad es un tema muy subjetivo y muchas veces las editoriales también se equivocan”.
Y en F&G Editores, ¿existe alguna temática preferencial en su línea editorial?
Publicamos, prácticamente, en tres grandes líneas: leyes, literatura y ciencias sociales, de las cuales la narrativa ocupa un 50% de nuestra oferta editorial. Y bueno, publicamos poesía pero no es muy rentable.
Supongamos que un escritor novel desea publicar con ustedes. ¿Cómo los contacta? ¿Reciben muchos manuscritos?
Recibimos muchísimos manuscritos: los vienen a dejar, los mandan por el correo electrónico. Fácil, llegan dos a la semana, que en un año son más de cien y todos los tendría que leer yo, que soy el único encargado de la edición. Como no puedo leerlos todos, la prioridad es para autores que ya han publicado con nosotros, seguido por los autores que han publicado con otras editoriales. Y bien, para los novel, me guío por la primera página. Si la primera no me atrapa, es probable que no siga leyendo. Es duro, pero para un escritor novel es difícil publicar en cualquier parte del mundo.
Sé que la fundación Soros ha creado un fondo editorial y que precisamente ésta es una de las beneficiadas. ¿Cómo funciona esta ayuda?
El fondo editorial de Soros ya existía. La variante es que ahora da su apoyo financiero, no a los autores directamente, sino a través de las editoriales, que a mí me parece muchísimo mejor y más profesional. Eso sí, Soros no nos da una cantidad fija. Somos nosotros quienes proponemos las obras, si vemos que éstas se ajustan a los criterios de la fundación, que son muy amplios y básicamente buscan calidad.
Un asunto muy relevante respecto a la industria editorial en Guatemala, y del que Figueroa está muy consciente, es de la autopublicación. Según el editor, “el 50% de lo que se publica es auto”. “¿Y eso no viene a poner en peligro la calidad de la oferta editorial del país?”, le pregunto luego. No. Figueroa no lo cree. Repite que las editoriales también se equivocan y resalta que escritores importantes empezaron con una autopublicación. Como Miguel Ángel Asturias, por ejemplo. Así pues, no importa cómo se publique una obra; si es buena, trascenderá; “los libros malos mueren a los 6 meses”.
“¿Qué estás haciendo?”, me preguntó Marielos Hurtado un día en sexto primaria, hace ocho años. La profesora se había retrasado y todas las compañeras estaban inmersas en el natural desorden que arman niñas de 12 años en un ambiente sin autoridad. Yo, no obstante, estaba sentada en mi escritorio, concentrada en algo que guardaba en mi cartapacio. “Estoy escribiendo”, le contesté. “¿Tú escribes?”, me preguntó ella entonces, muy sorprendida, y en un momento, una ancha sonrisa le iluminó el rostro: “¡Yo también!”, exclamó.
Si bien yo conocía a Marielos desde que teníamos 7 años, creo que fue en aquel momento en que la conocí realmente. La escritora Lorraine C. Ladish diría algún día: “Escribir no es algo que hacemos, es una forma de vida”. Y es que, cuando alguien descubre que tiene una vocación literaria, lo que había detrás parece una etapa prehistórica, que fue determinante, claro, pero que carecía aún de identidad. Y por eso, aunque Marielos Hurtado jamás ha publicado, no guardo dudas de que, desde aquella ya lejana mañana del año 2001, ella es una escritora, y esa es una cualidad de la que ya jamás podrá despegarse.
El escritor es una persona que vive en un mundo paralelo: ve, oye, huele y toca lo mismo que el resto de seres humanos, pero todo lo percibe distinto. Y ello se debe a que, a partir del momento en que su mente concibe nuevos seres, su mundo está poblado de criaturas extrañas y muy peculiares, muy propias de él y sin las cuales ya le resulta imposible vivir. “Escribir es crear un mundo propio. No importa por lo que estés pasando, siempre se puede hacer a tus personajes más miserables, o más felices, y sentirte mejor con eso”, ilustra Hurtado casi 10 años después de descubrirse escritora. “Yo escribo para desahogar todo lo que siento y que tengo adentro, porque es la manera en que mejor puedo comunicarme con el exterior”, explica (nada muy distinto a lo que dijo el escritor peruano, Fernando Ampuero en la década de los 80’s: “…escribo para sentir alivio. La escritura creativa es uno de esos procesos de expansión y desahogo que pueden generar a un tiempo angustia, dolor y placer; todo eso [que] de alguna manera me hace resistir mejor la vida”).
Si bien yo conocía a Marielos desde que teníamos 7 años, creo que fue en aquel momento en que la conocí realmente. La escritora Lorraine C. Ladish diría algún día: “Escribir no es algo que hacemos, es una forma de vida”. Y es que, cuando alguien descubre que tiene una vocación literaria, lo que había detrás parece una etapa prehistórica, que fue determinante, claro, pero que carecía aún de identidad. Y por eso, aunque Marielos Hurtado jamás ha publicado, no guardo dudas de que, desde aquella ya lejana mañana del año 2001, ella es una escritora, y esa es una cualidad de la que ya jamás podrá despegarse.
El escritor es una persona que vive en un mundo paralelo: ve, oye, huele y toca lo mismo que el resto de seres humanos, pero todo lo percibe distinto. Y ello se debe a que, a partir del momento en que su mente concibe nuevos seres, su mundo está poblado de criaturas extrañas y muy peculiares, muy propias de él y sin las cuales ya le resulta imposible vivir. “Escribir es crear un mundo propio. No importa por lo que estés pasando, siempre se puede hacer a tus personajes más miserables, o más felices, y sentirte mejor con eso”, ilustra Hurtado casi 10 años después de descubrirse escritora. “Yo escribo para desahogar todo lo que siento y que tengo adentro, porque es la manera en que mejor puedo comunicarme con el exterior”, explica (nada muy distinto a lo que dijo el escritor peruano, Fernando Ampuero en la década de los 80’s: “…escribo para sentir alivio. La escritura creativa es uno de esos procesos de expansión y desahogo que pueden generar a un tiempo angustia, dolor y placer; todo eso [que] de alguna manera me hace resistir mejor la vida”).
Así pues, para Marielos, no hay ninguna distinción entre las personas de carne y hueso, y los muchos personajes que habitan en sus novelas. Han estado con ella por casi diez años: tiene personalidad, una psicología ya tan clara que, para ella, es muy fácil imaginarlos desenvolviéndose en las situaciones más cotidianas. Ella misma afirma que siempre ha buscado que sus personajes sean “lo más humanos posible, y que siempre tengan rasgos de la realidad cotidiana de Guatemala”, porque sólo así se pueden lograr los efectos que transmiten los mejores libros, esos que “a veces querés meter en el congelador y no seguir leyendo, porque te tienen tan compenetrada con la historia que te da miedo llegar al final; porque sabés que nada va a salir bien”, como dice ella.
Ahora bien, sobre publicar viene otra historia: “Siempre he pensado que si quiero sobresalir en este campo tendría que mandarlo a algún lugar fuera para que se expandiera por el mundo. Publicar en Guatemala no sería mi primer recurso, porque acá siempre pasa lo mismo: si quieres sobresalir te tienes que ir.”, opina ella. “El campo literario en Guatemala es muy pequeño y muy cerrado. No tratan de difundirlo a todos los demás. No es como un mercado gringo, que a como dé lugar te tienen que meter. No somos tan competitivos porque no tenemos los recursos.”
Con el fin de averiguar qué tantas oportunidades había para los novel en la industria nacional, decidí acercarme ahora a Letra Negra, otra de las editoriales independientes de Guatemala. Armando Rivera, editor, con un estilo mucho más mordaz, no mostró reparos en sentenciar, casi de entrada, que Piedra Santa (una de las editoriales más antiguas del país) es una “rapaz comerciante de papel” y que Óscar De León Palacios (editorial de fundadores quetzaltecos) es, realmente, un “camionero de libros”.
La línea editorial de Letra Negra es tan atrevida como la personalidad de su editor. Con una oferta 100% literaria, su gran apuesta, de entrada, es por la primera obra de autores jóvenes. “Ellos son la sombra del futuro literario del país”, argumenta Rivera entonces. “Estos escritores jóvenes están desamparados. ¿Quién les presta atención? ¿Quién va a publicarles? ¡Si hasta sus mamás esperan que les regalen los libros!”.
Con más de diez años de existencia, Letra Negra, sólo en 2006, expuso más de 10 veces en el Parque de la Industria. E incluso ha tenido presencia en Frankfurt, en una feria donde participaron más de 7500 editoriales. Eso sí, según Rivera, “Alemania tiene un criterio bibliográfico de mercado. Uno de los años que fuimos, el libro estrella era Simplify your life (“Simplifica tu vida”), y al año siguiente la biografía de Beckham. Es un negocio donde lo más importante sigue siendo el creador”. Y bien, de cierto modo, para Letra Negra también.
“¿Qué tiene que hacer un escritor novel para publicar con ustedes?”, pregunté a Rivera en su oficina, (que era realmente un escritorio dispuesto al final de una bodega-fábrica, de un solo ambiente, llena de libros empacados y en preparación). El editor respondió de modo inusual: “Prefiero que traiga la obra con una carta, porque me gusta tener un acercamiento. Lo entrevisto para saber qué hay en su cabeza y si lo que veo es valioso, aunque la obra no esté excelente, le orientamos para que logre publicar: le damos libros a leer e incluso un pequeño taller literario.”
Hay opiniones de que, en el país, no hay tantos lectores como escritores.
Yo no estaría de acuerdo. En realidad, creo que hay un público de lectores grande a nivel local. El problema es que no lo hemos sabido buscar.
Y como editorial, ¿qué iniciativas han tenido para atraer lectores?
Dentro de la editorial tenemos ahora una rama nueva, llamada Luna Azul, que se encarga de distribuir literatura guatemalteca de autores jóvenes en los colegios, con el objetivo de incentivar a otros autores jóvenes. Además, hemos buscado promover la literatura por otros medios. En 2005, pedimos el Teatro del IGA para hacer una lectura en vivo, algo así como una puesta en escena. Pedimos a cinco de nuestros autores que prepararan una selección de sus obras y que la leyeran, dramatizadas, en público. Creímos que llegarían unas 50 personas, incluidos los papás, amigos y hasta el perro de los autores, pero se llenó: 400 asistentes. Un éxito como promoción. Y bueno, entre todo eso, lo que más me tocó fue cuando oí decir a un muchacho de secundaria: “¡A la, papa, si a mí me enseñaran lite así, hasta leería!”.
¿Cuáles son los mayores obstáculos que enfrenta la industria editorial en Guatemala?
Definitivamente la red de distribución. Hay muy pocos puntos leales en toda la región. En cada una de las capitales de Centroamérica, realmente, hay unas 8 librerías valiosas, y eso para 40 millones de habitantes. En estas condiciones, definitivamente es imposible llegar a todos los lectores. Además, el mercado regional es muy rapaz. Las librerías locales tratan de imponer precios fijos, porque desdeñan la producción nacional. Así, es demasiado complicado el mundo editorial aquí y en la China.
A propósito de esto, Raúl Figueroa había comentado sobre la necesidad de que se desarrollen las bibliotecas nacionales. “El hecho de tener más bibliotecas, en todo el país, supone un aumento en la adquisición de libros producidos en el país. Con esto, las editoriales tendrían garantía de venta de hasta 500 ejemplares y con ello se arriesgarían más”, había dicho.
Y bien, mientras estos dos editores concuerdan con que la cantidad de gente que escribe es grande, y está creciendo, el reconocido escritor guatemalteco, Méndez Vides, opina que la producción escrita en el país es, en cambio, escasa: “No existen obstáculos [para publicar], lo que falta es obra”, afirma. “Los autores se quejan mucho de que nadie les publica sus libros, pero muchas veces es muy lógico, porque las obras no siempre resultan valiosas. Las editoriales reciben cualquier cantidad de obras de autores nacionales, repletas de errores, o aburridas. Claro, existirán obras que se adelantan a las expectativas y podría ser que se rechacen, pero si son valiosas tarde o temprano les interesará a alguna casa editorial.”
Hablar con Jorge Ayau -cuyo seudónimo es EgoRequiem- es hablar de vanguardia. Aficionado a la música y a la tecnología, Ayau ideó una propuesta literaria que seguramente podría parecernos excéntrica e insólita. Su plataforma preferida para escribir es el Internet, precisamente en blogs o similares, y su estilo es una mezcla de lenguaje musical, programación informática y una alta carga de temáticas románticas adaptadas a escenarios de ciencia ficción. A modo de bitácoras, Ayau ha desarrollado una serie de dramas psicológicos en torno a personajes tan dispares como un loco, un vampiro y un robot.
Ahora bien, sobre publicar viene otra historia: “Siempre he pensado que si quiero sobresalir en este campo tendría que mandarlo a algún lugar fuera para que se expandiera por el mundo. Publicar en Guatemala no sería mi primer recurso, porque acá siempre pasa lo mismo: si quieres sobresalir te tienes que ir.”, opina ella. “El campo literario en Guatemala es muy pequeño y muy cerrado. No tratan de difundirlo a todos los demás. No es como un mercado gringo, que a como dé lugar te tienen que meter. No somos tan competitivos porque no tenemos los recursos.”
Con el fin de averiguar qué tantas oportunidades había para los novel en la industria nacional, decidí acercarme ahora a Letra Negra, otra de las editoriales independientes de Guatemala. Armando Rivera, editor, con un estilo mucho más mordaz, no mostró reparos en sentenciar, casi de entrada, que Piedra Santa (una de las editoriales más antiguas del país) es una “rapaz comerciante de papel” y que Óscar De León Palacios (editorial de fundadores quetzaltecos) es, realmente, un “camionero de libros”.
La línea editorial de Letra Negra es tan atrevida como la personalidad de su editor. Con una oferta 100% literaria, su gran apuesta, de entrada, es por la primera obra de autores jóvenes. “Ellos son la sombra del futuro literario del país”, argumenta Rivera entonces. “Estos escritores jóvenes están desamparados. ¿Quién les presta atención? ¿Quién va a publicarles? ¡Si hasta sus mamás esperan que les regalen los libros!”.
Con más de diez años de existencia, Letra Negra, sólo en 2006, expuso más de 10 veces en el Parque de la Industria. E incluso ha tenido presencia en Frankfurt, en una feria donde participaron más de 7500 editoriales. Eso sí, según Rivera, “Alemania tiene un criterio bibliográfico de mercado. Uno de los años que fuimos, el libro estrella era Simplify your life (“Simplifica tu vida”), y al año siguiente la biografía de Beckham. Es un negocio donde lo más importante sigue siendo el creador”. Y bien, de cierto modo, para Letra Negra también.
“¿Qué tiene que hacer un escritor novel para publicar con ustedes?”, pregunté a Rivera en su oficina, (que era realmente un escritorio dispuesto al final de una bodega-fábrica, de un solo ambiente, llena de libros empacados y en preparación). El editor respondió de modo inusual: “Prefiero que traiga la obra con una carta, porque me gusta tener un acercamiento. Lo entrevisto para saber qué hay en su cabeza y si lo que veo es valioso, aunque la obra no esté excelente, le orientamos para que logre publicar: le damos libros a leer e incluso un pequeño taller literario.”
Hay opiniones de que, en el país, no hay tantos lectores como escritores.
Yo no estaría de acuerdo. En realidad, creo que hay un público de lectores grande a nivel local. El problema es que no lo hemos sabido buscar.
Y como editorial, ¿qué iniciativas han tenido para atraer lectores?
Dentro de la editorial tenemos ahora una rama nueva, llamada Luna Azul, que se encarga de distribuir literatura guatemalteca de autores jóvenes en los colegios, con el objetivo de incentivar a otros autores jóvenes. Además, hemos buscado promover la literatura por otros medios. En 2005, pedimos el Teatro del IGA para hacer una lectura en vivo, algo así como una puesta en escena. Pedimos a cinco de nuestros autores que prepararan una selección de sus obras y que la leyeran, dramatizadas, en público. Creímos que llegarían unas 50 personas, incluidos los papás, amigos y hasta el perro de los autores, pero se llenó: 400 asistentes. Un éxito como promoción. Y bueno, entre todo eso, lo que más me tocó fue cuando oí decir a un muchacho de secundaria: “¡A la, papa, si a mí me enseñaran lite así, hasta leería!”.
¿Cuáles son los mayores obstáculos que enfrenta la industria editorial en Guatemala?
Definitivamente la red de distribución. Hay muy pocos puntos leales en toda la región. En cada una de las capitales de Centroamérica, realmente, hay unas 8 librerías valiosas, y eso para 40 millones de habitantes. En estas condiciones, definitivamente es imposible llegar a todos los lectores. Además, el mercado regional es muy rapaz. Las librerías locales tratan de imponer precios fijos, porque desdeñan la producción nacional. Así, es demasiado complicado el mundo editorial aquí y en la China.
A propósito de esto, Raúl Figueroa había comentado sobre la necesidad de que se desarrollen las bibliotecas nacionales. “El hecho de tener más bibliotecas, en todo el país, supone un aumento en la adquisición de libros producidos en el país. Con esto, las editoriales tendrían garantía de venta de hasta 500 ejemplares y con ello se arriesgarían más”, había dicho.
Y bien, mientras estos dos editores concuerdan con que la cantidad de gente que escribe es grande, y está creciendo, el reconocido escritor guatemalteco, Méndez Vides, opina que la producción escrita en el país es, en cambio, escasa: “No existen obstáculos [para publicar], lo que falta es obra”, afirma. “Los autores se quejan mucho de que nadie les publica sus libros, pero muchas veces es muy lógico, porque las obras no siempre resultan valiosas. Las editoriales reciben cualquier cantidad de obras de autores nacionales, repletas de errores, o aburridas. Claro, existirán obras que se adelantan a las expectativas y podría ser que se rechacen, pero si son valiosas tarde o temprano les interesará a alguna casa editorial.”
Hablar con Jorge Ayau -cuyo seudónimo es EgoRequiem- es hablar de vanguardia. Aficionado a la música y a la tecnología, Ayau ideó una propuesta literaria que seguramente podría parecernos excéntrica e insólita. Su plataforma preferida para escribir es el Internet, precisamente en blogs o similares, y su estilo es una mezcla de lenguaje musical, programación informática y una alta carga de temáticas románticas adaptadas a escenarios de ciencia ficción. A modo de bitácoras, Ayau ha desarrollado una serie de dramas psicológicos en torno a personajes tan dispares como un loco, un vampiro y un robot.
“EgoRequiem 4: Legato
Registro de Emergencia U.U.7X
Lugar: Desconocido
Fecha y hora: No disponible
[Iniciando chequeo del sistema…
Sincronización de calendario...6 Sols (días) después
Marte, Fobos, 0158hr Dies soli 26, Géminis, Año 936
(Hora en la Tierra: 2:14hrs Domingo, Enero 2145)
Nuevo hardware encontrado…
Certificación del hardware fallida
Chequeo del sistema completado y en operación]
Abrí mis ojos, y vi a Jack, él dijo que la instalación había sido un éxito y que debería invalidar el proceso de instalación…”
Registro de Emergencia U.U.7X
Lugar: Desconocido
Fecha y hora: No disponible
[Iniciando chequeo del sistema…
Sincronización de calendario...6 Sols (días) después
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(Hora en la Tierra: 2:14hrs Domingo, Enero 2145)
Nuevo hardware encontrado…
Certificación del hardware fallida
Chequeo del sistema completado y en operación]
Abrí mis ojos, y vi a Jack, él dijo que la instalación había sido un éxito y que debería invalidar el proceso de instalación…”
Su propuesta, en nuestro país, resultaría arriesgada. Una fuerte carga de tecnicismos de todo tipo dificulta muchas veces la comprensión, a la vez que el formato de presentación suele romper con lo más tradicional, al punto de que dudamos si estamos leyendo literatura o un manual de computación. Aún así, jamás ha encontrado problemas para encontrar lectores fieles. Internet, además de ser una ventana al mundo, es un puente hacia los gustos más insólitos.
Pese a ello, él no rechaza la idea de publicar en el país. “Las ideas no necesitan ningún ámbito o lugar particular para ser apreciadas, sino gente con mente abierta que las lea y las interprete”, explica. Eso sí, reconoce que en este país no hay cultura de lectura. Pero más que todo, señala otro factor que no es nada despreciable tampoco: la temática. “Creo que toda la literatura hispanoamericana es un poco cruda y violenta. Se podría adornar más, se podría hacer más agradable y menos perturbadora. Hay miles de formas de escribir y creo que la mayoría [de autores hispanos] están confinados en una misma fórmula”.
Ahora bien, no se puede considerar que Jorge Ayau represente un caso extravagante y aislado. Conforme la globalización atrapa a todos los jóvenes por medio de la red, y con la informática creando tantos neologismos día a día que pronto los lingüistas empezarán a considerar si se trata de una nueva lengua –quizá el “práctico” reemplazo al esperanto como lengua universal–, es de esperar que la industria editorial se expanda por el mundo digital tarde o temprano.
Pese a ello, él no rechaza la idea de publicar en el país. “Las ideas no necesitan ningún ámbito o lugar particular para ser apreciadas, sino gente con mente abierta que las lea y las interprete”, explica. Eso sí, reconoce que en este país no hay cultura de lectura. Pero más que todo, señala otro factor que no es nada despreciable tampoco: la temática. “Creo que toda la literatura hispanoamericana es un poco cruda y violenta. Se podría adornar más, se podría hacer más agradable y menos perturbadora. Hay miles de formas de escribir y creo que la mayoría [de autores hispanos] están confinados en una misma fórmula”.
Ahora bien, no se puede considerar que Jorge Ayau represente un caso extravagante y aislado. Conforme la globalización atrapa a todos los jóvenes por medio de la red, y con la informática creando tantos neologismos día a día que pronto los lingüistas empezarán a considerar si se trata de una nueva lengua –quizá el “práctico” reemplazo al esperanto como lengua universal–, es de esperar que la industria editorial se expanda por el mundo digital tarde o temprano.
Llama la atención la iniciativa WEbook Online Company (www.webook.com), una especie de comunidad virtual para escritores de todo el mundo que funciona, básicamente, a modo de cazatalentos literario. Esto nos enseña que la industria se está adaptando a las nuevas tecnologías y las ventajas que esta ofrece para generar un “acercamiento poco convencional a la publicación convencional”, dicho con palabras del mismo sitio web.
Y bien, la buena noticia es que Guatemala no se está quedando rezagada en este aspecto. Libros Mínimos, probablemente una pionera en lo que sería industria editorial web de la región, es una editorial que busca, con palabras de su creador, Julio Serrano: “crear un espacio alternativo para la difusión de autores centroamericanos contemporáneos y sus obras, además de generar una discusión crítica a partir del trabajo promoviendo un espacio abierto para el ejercicio de la crítica.” La forma de publicación suele ser proactiva: es la misma editorial quien ofrece un espacio a los autores que les interesa. Sin embargo, está abierta a recibir material de cualquier interesado a través de su sección “escríbanos”.
¿Cómo nació Libros Mínimos?
La idea [cuenta Serrano] nació de varias charlas con editores nacionales y un oportuno incentivo de la universidad. Resulta que fui de la primera promoción de Letras de la USAC a la que le tocaría hacer EPS (prácticas), pero bien, fue un excelente pretexto para hacer eso que estaba maquinando en ese entonces, que era este proyecto precisamente. Y aunque eso fue cosa de hace dos años, Libros Mínimos continúa en línea, y va para largo. Es un ambicioso proyecto colectivo donde autores, editores, críticos y lectores encuentran un espacio práctico y profesional para entrarle a la literatura por estos lugares.
¿Cómo definiría su línea editorial?
Libros Mínimos publica autores latinoamericanos, particularmente centroamericanos nacidos a partir de la segunda mitad del siglo XX. Se publican obras ya editadas anteriormente y que resultan difíciles de conseguir o muestras representativas de la obra de un autor.
¿Y por qué Libros Mínimos son “mínimos”?
Un día, en el 2006, mientras iba en el bus se me ocurrió el nombre. “Libros Mínimos”. Me gustó, porque se adaptaba justamente a lo que estaba pensando: libros de formato especial, de diseño muy minimalista que jugaban con la estética de los libros viejos con puro contenido contemporáneo. Además, me recordó a la hermosa colección de libritos que publicaba Miguel Marsicotévere en la década de 1930 en Guatemala, “Colección Mínima”. Sin querer, ese nombre había quedado en mi cabeza y me regresó al puro subconsciente desde un bus.
Comentándole a Serrano sobre la opinión generalizada de que en Guatemala el público escritor, aunque pequeño, supera el lector, se mostró tan escéptico como Méndez Vides, y añadió: “el gran problema de la industria editorial en el país, no es que falten lectores, sino que la industria tiene todo en contra: apenas hay bibliotecas, apenas hay librerías y los libros son caros, además. Todo eso, son otros veinte pesos del mismo pastel.”
Publicar en Guatemala es, pues, tan complicado e intrincado como en el resto del mundo. No obstante, tanto aquí como en cualquier otro lugar, los escritores seguirán empecinados en lograr que sus creaciones salgan a la luz. En el fondo, los ideales de Anneliese Thomae palpitan en el corazón de cualquier escritor que, como cualquier otro profesional, aspira al éxito, a que su rebeldía sea aclamada como genialidad, como valentía, como espejo idóneo de una época. Si bien la escritora Laura Freixas se atrevía a comparar la vocación del escritor con la religiosa, para un escritor es muy difícil contentarse con sólo escribir. Parte del escribir es compartir. Stephen King, el exitoso autor de dramas de suspenso en Estados Unidos, comparaba esa necesidad con el trabajo de un paleontólogo que busca fósiles de dinosaurio: una vez que lo encontramos, ¿quién es lo suficientemente fuerte para guardar el secreto? “La alegría de compartir el secreto y comunicarlo, finalmente, no es más que la alegría de ser humano, sentir la maravilla y querer compartirla…”, comenta al respecto la periodista argentina Ana von Rebeur.
Respecto a la “literatura comercial” en el país, todos los editores se pasan la bola sobre quién de ellos es “más comerciante que editor”, como si el trabajo de éste no tuviera nada que ver con un negocio que debe ser rentable. Así, mientras aún es discutible si la línea divisoria entre “literatura comercial” y “literatura seria” es real (Charles Dickens, Julio Verne y Alejandro Dumas fueron auténticos best-seller en su tiempo, sin que eso les impidiera entrar al panteón de los clásicos) en nuestro país es poco probable que una editorial se arriesgue a publicar una saga de ficción o de misterio por temor a perder su calidad “intelectual”. Y esto es un problema, porque es muy probable que la “literatura comercial” se lea más que lo que produce la industria local.
Otro gran peligro es el no representar ninguna competitividad. En estos tiempos, el mundo es globalizado y ya. Ese es un tema que ya no es discutible. Y eso no afecta solamente a la economía o a la política. Las editoriales guatemaltecas son precisamente parte de una industria, que como todo, también está globalizada, y si éstas realmente quieren lograr que sus autores trasciendan, deben dejar de compararse entre sí, en este pequeño y subdesarrollado mercado local, y girar el rostro cada vez más hacia el mercado global. El juego editorial de coyuntura es feroz y despiadado, y ningún libro nacional logrará eco si está vestido de harapos en la mejor librería de Los Ángeles o México.
No obstante, Raúl Figueroa, de F&G Editores, acierta maravillosamente cuando recalca la necesidad de más bibliotecas en el país, así como la importancia que tiene la presentación de los libros en el mercado editorial. Armando Rivera, de Letra Negra, marcó un homerun con su iniciativa dramática para promover la lectura en el Teatro del IGA, así como su interés por los escritores jóvenes. Julio Serrano, de Libros Mínimos, vio el futuro cuando decidió crear una editorial web para su EPS de la universidad.
El mundo moderno está ampliando los panoramas de la literatura hacia ámbitos cada vez más dinámicos y audiovisuales: televisión, cine, incluso los audiolibros. Y los jóvenes guatemaltecos, ese grupo que guarda a los futuros escritores, no estarán interesados en la industria local mientras ésta siga pareciendo un “club de los poetas muertos”.
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Y bien, la buena noticia es que Guatemala no se está quedando rezagada en este aspecto. Libros Mínimos, probablemente una pionera en lo que sería industria editorial web de la región, es una editorial que busca, con palabras de su creador, Julio Serrano: “crear un espacio alternativo para la difusión de autores centroamericanos contemporáneos y sus obras, además de generar una discusión crítica a partir del trabajo promoviendo un espacio abierto para el ejercicio de la crítica.” La forma de publicación suele ser proactiva: es la misma editorial quien ofrece un espacio a los autores que les interesa. Sin embargo, está abierta a recibir material de cualquier interesado a través de su sección “escríbanos”.
¿Cómo nació Libros Mínimos?
La idea [cuenta Serrano] nació de varias charlas con editores nacionales y un oportuno incentivo de la universidad. Resulta que fui de la primera promoción de Letras de la USAC a la que le tocaría hacer EPS (prácticas), pero bien, fue un excelente pretexto para hacer eso que estaba maquinando en ese entonces, que era este proyecto precisamente. Y aunque eso fue cosa de hace dos años, Libros Mínimos continúa en línea, y va para largo. Es un ambicioso proyecto colectivo donde autores, editores, críticos y lectores encuentran un espacio práctico y profesional para entrarle a la literatura por estos lugares.
¿Cómo definiría su línea editorial?
Libros Mínimos publica autores latinoamericanos, particularmente centroamericanos nacidos a partir de la segunda mitad del siglo XX. Se publican obras ya editadas anteriormente y que resultan difíciles de conseguir o muestras representativas de la obra de un autor.
¿Y por qué Libros Mínimos son “mínimos”?
Un día, en el 2006, mientras iba en el bus se me ocurrió el nombre. “Libros Mínimos”. Me gustó, porque se adaptaba justamente a lo que estaba pensando: libros de formato especial, de diseño muy minimalista que jugaban con la estética de los libros viejos con puro contenido contemporáneo. Además, me recordó a la hermosa colección de libritos que publicaba Miguel Marsicotévere en la década de 1930 en Guatemala, “Colección Mínima”. Sin querer, ese nombre había quedado en mi cabeza y me regresó al puro subconsciente desde un bus.
Comentándole a Serrano sobre la opinión generalizada de que en Guatemala el público escritor, aunque pequeño, supera el lector, se mostró tan escéptico como Méndez Vides, y añadió: “el gran problema de la industria editorial en el país, no es que falten lectores, sino que la industria tiene todo en contra: apenas hay bibliotecas, apenas hay librerías y los libros son caros, además. Todo eso, son otros veinte pesos del mismo pastel.”
Publicar en Guatemala es, pues, tan complicado e intrincado como en el resto del mundo. No obstante, tanto aquí como en cualquier otro lugar, los escritores seguirán empecinados en lograr que sus creaciones salgan a la luz. En el fondo, los ideales de Anneliese Thomae palpitan en el corazón de cualquier escritor que, como cualquier otro profesional, aspira al éxito, a que su rebeldía sea aclamada como genialidad, como valentía, como espejo idóneo de una época. Si bien la escritora Laura Freixas se atrevía a comparar la vocación del escritor con la religiosa, para un escritor es muy difícil contentarse con sólo escribir. Parte del escribir es compartir. Stephen King, el exitoso autor de dramas de suspenso en Estados Unidos, comparaba esa necesidad con el trabajo de un paleontólogo que busca fósiles de dinosaurio: una vez que lo encontramos, ¿quién es lo suficientemente fuerte para guardar el secreto? “La alegría de compartir el secreto y comunicarlo, finalmente, no es más que la alegría de ser humano, sentir la maravilla y querer compartirla…”, comenta al respecto la periodista argentina Ana von Rebeur.
Respecto a la “literatura comercial” en el país, todos los editores se pasan la bola sobre quién de ellos es “más comerciante que editor”, como si el trabajo de éste no tuviera nada que ver con un negocio que debe ser rentable. Así, mientras aún es discutible si la línea divisoria entre “literatura comercial” y “literatura seria” es real (Charles Dickens, Julio Verne y Alejandro Dumas fueron auténticos best-seller en su tiempo, sin que eso les impidiera entrar al panteón de los clásicos) en nuestro país es poco probable que una editorial se arriesgue a publicar una saga de ficción o de misterio por temor a perder su calidad “intelectual”. Y esto es un problema, porque es muy probable que la “literatura comercial” se lea más que lo que produce la industria local.
Otro gran peligro es el no representar ninguna competitividad. En estos tiempos, el mundo es globalizado y ya. Ese es un tema que ya no es discutible. Y eso no afecta solamente a la economía o a la política. Las editoriales guatemaltecas son precisamente parte de una industria, que como todo, también está globalizada, y si éstas realmente quieren lograr que sus autores trasciendan, deben dejar de compararse entre sí, en este pequeño y subdesarrollado mercado local, y girar el rostro cada vez más hacia el mercado global. El juego editorial de coyuntura es feroz y despiadado, y ningún libro nacional logrará eco si está vestido de harapos en la mejor librería de Los Ángeles o México.
No obstante, Raúl Figueroa, de F&G Editores, acierta maravillosamente cuando recalca la necesidad de más bibliotecas en el país, así como la importancia que tiene la presentación de los libros en el mercado editorial. Armando Rivera, de Letra Negra, marcó un homerun con su iniciativa dramática para promover la lectura en el Teatro del IGA, así como su interés por los escritores jóvenes. Julio Serrano, de Libros Mínimos, vio el futuro cuando decidió crear una editorial web para su EPS de la universidad.
El mundo moderno está ampliando los panoramas de la literatura hacia ámbitos cada vez más dinámicos y audiovisuales: televisión, cine, incluso los audiolibros. Y los jóvenes guatemaltecos, ese grupo que guarda a los futuros escritores, no estarán interesados en la industria local mientras ésta siga pareciendo un “club de los poetas muertos”.
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Imagen: Ill final 2 de pandanj
Comentarios
"podria parecer exentrico" jajajajaj! gracias creo?
Me gustó mucho lo que dijiste, la información que pusiste y más aún la forma en que la presentaste. Por un lado, gracias. Por otro, me parece bastante bueno que hayas decidido escribir sobre un tema como este. Creo que hay mucha gente que, de encontrarlo, te lo va a agradecer mucho. Además, tengo la impresión de que a ti te puede servir mucho ya que, a mi parecer, eres una escritora de la que espero escuchar más adelante.
Suerte con tus publicaciones y de nuevo: ... WOW, excelente!
Mucha suerte con tus proyectos, espero poder verlos algún día.
Mil gracias de nuevo.
armando rivera.